La Academia de la Publicidad ha querido obsequiar a la Real Academia Española con un divertido anuncio. El famoso y tres veces centenario lema aquel de “limpia, fija y da esplendor” cobra una dimensión distinta para llamar la atención sobre el uso correcto del lenguaje, ese preciado tesoro que acostumbramos a tratar como baratija. Y no es que lo digamos nosotros. No hay más que poner la tele o disfrutar de una amable tertulia de patio. Posiblemente así, de entrada, uno no se da cuenta, pero utilizar mal el propio idioma es como conducir un Ferrari pasado de revoluciones: llevar, te lleva, pero el ruido es insoportable y el motor termina gripando. Hablar, comunicar, supone prolongar el pensamiento más allá de los límites que nos impone nuestro cráneo, creando una sintonía con las personas que nos rodean. Las palabras pueden contener toda la carga emotiva, sarcástica o imperiosa que uno desee si es que se sabe trasladar los sentimientos e inquietudes al lenguaje cotidiano. Para eso debemos utilizar el lenguaje sin afectación, pero también sin complejos: el idioma pone a nuestra disposición muchos recursos; nosotros tenemos el deber de conocerlos y el derecho a servirnos de ellos. Algunos han censurado la campaña de la RAE porque la protagonista, dicen, es una joven analfabeta. Yo no diría tanto. A mí me da que esta caricatura en su primera versión (la de mujer que se expresa mal) tiene estudios, puede que hasta superiores. Lo que ocurre es que no ha visto Plácido, ha leído poco, ha escrito menos y nunca, pero nunca, ha sentido la necesidad de ordenar sus pensamientos antes de fundirlos con el aire. Sin embargo, los estudiantes del segundo vídeo no son una ficción: ejemplares únicos, los primeritos de su clase de secundaria, aleccionados por sus familias y coeducados por sus profesores, reciben un galardón europeo de postín que premia sus más que evidentes dotes lingüísticas y académicas. Sin duda el germen de la futura élite política y económica. Un orgullo para la tierra de Don Quijote.
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