Hace setenta y cinco años que desapareció Antonio Machado. Como miles de españoles, abandonó su patria urgido por el compromiso con su familia, arrastrando el peso de la pena y la derrota. Pero se detuvo pronto: quizá fuera porque intuyó la muerte. O simplemente por fatiga. Collioure, un pueblito francés cercano a la frontera, brindó el último cobijo al poeta sevillano, que falleció en un pequeño hotel y hubo de ser inhumado en un nicho prestado que tan solo unos días después alojaría también a su madre anciana, a quién dedicó sus últimas palabras. No es intención nuestra glosar la vida y la obra de Don Antonio, pues son muchos los que con más tino y autoridad se encargarán de hacerlo durante estos días, pero sí llamar la atención sobre sus letras, en prosa y en verso, referente de la literatura española del siglo XX e inagotable fuente de encanto, belleza, sensibilidad y sabiduría. Pruebas de la modestia e ingenua sencillez del poeta son algunas de las líneas escritas para el discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua Española que, por otro lado, nunca se llegó a formalizar:
No soy humanista, ni filólogo, ni erudito. Ando muy flojo de latín, porque me lo hizo aborrecer un mal maestro. Estudié el griego con amor, por ansia de leer a Platón, pero tardíamente y, tal vez por ello, con escaso aprovechamiento. Pobres son mis letras en suma, pues, aunque he leído mucho, mi memoria es débil y he retenido muy poco. Si algo estudié con ahínco fue más de filosofía que de amena literatura. Y confesaros he que con excepción de algunos poetas, las bellas letras nunca me apasionaron. Quiero deciros más: soy poco sensible a los primores de forma, a la pulcritud y pulidez del lenguaje, y a todo cuanto en literatura no se recomienda por su contenido. Lo bien dicho me seduce sólo cuando dice algo interesante, y la palabra escrita me fatiga cuando no me recuerda la espontaneidad de la palabra hablada. Amo a la naturaleza, y al arte sólo cuando me la representa o evoca, y no siempre encontré la belleza allí donde literalmente se guisa.